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RESUMEN
Somos
 cristianos. Lo afirmamos con la boca llena. La sentencia se asoma a 
nuestra mente y a nuestro corazón. Así nos fue asignado desde que el 
agua de la pila bautismal mojó nuestras cabezas y así se nos enseñó 
desde la más tierna infancia hasta labrar ese concepto en nuestro 
subconsciente. Vivimos asomados a las ventanas del edificio magnífico de
 la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana; y desde 
ellas observamos a los demás, a los menos afortunados por haber errado 
el camino de la Verdad Absoluta. En nuestro limitado espacio veneramos a
 nuestas vírgenes, a nuestros santos, a nuestros mártires; soportados 
todos por las columnas del Dios Único, del Hijo Salvador, del Espíritu 
Santo: Santísima Trinidad tan incomprensible que solo se accede a ella 
desde la fe. Estas columnas de las que hablo están revestidas de los 
mármoles de los Sagrados Libros, de oraciones, ritos y símbolos. Y
 sin embargo ¿qué sabemos de los cimientos en los que se asientan tan 
insignes pilares? ¿Alguna vez se nos ha ocurrido bajar a los sótanos del
 edificio? ¿Alguna vez hemos pensado qué pasó en los primeros momentos 
de la historia que nos ha traído hasta aquí?
Tal vez, querido lector, a través de las vicisitudes de Cornelio, el humilde secretario del obispo Eusebio de Cesarea, consigas
 encontrar respuesta a alguna de estas preguntas y puede que a otras que
 surgirán de la lectura de esta novela que recorre uno de los momentos 
cruciales que marcaron nuestro presente: la época de Constantino, el Grande.
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